Bendito silencio
y no me refiero al silencio de la vida,
sino a esa tregua que le damos a la mente
para que florezcan las ideas.
El silencio es el jardín del alma,
donde nos damos una pausa para ser
y comprender nuestro interior.
Acallar la mente, magnificar los sueños,
aplaudir la esperanza y celebrar la existencia.
Y en el encierro obligado,
solo se oirán las voces de las ofrendas,
la fragancia del amor y el deseo,
las palabras justas y las dádivas sin alarde.
Guardemos silencio y así,
derrotaremos la arrogancia
del agresivo virus que nos amenaza…
Yvette Ruben
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