Reflexiones

EL ARTE DE VIVIR CON FLORES
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15 de diciembre de 2020

Manolo y yo



No olvido a mis amigos aunque muchos han partido...


Manolo Vellojín, cómo recordarte sin que vengan

a mi memoria nuestras charlas interminables al teléfono

fijo, porque el celular no era lo tuyo,

como tampoco lo fue “la mala música”, como decías.

Del clásico al son cubano, del jazz al tango…

Venías a casa a verme bailar y luego almorzábamos

mientras tus ojos seguían una a una tus obras de arte en las paredes.

Pensaste alguna vez buscar donde estaban, quienes las tenían, 

y así uniformarlas en la manera de ser colgadas, después de contarte que yo lo hacía con guaya.

Fanáticos los dos de la simetría y del silencio cuando había que callar.

Un día me propusiste posar frente a tus cuadros advirtiéndome que no eras amigo de la nueva tecnología y nada sabía de las cámaras digitales.

Yo te advertí que era tímida pero me sentía privilegiada.

No olvidaré esos momentos que nos unían y expongo aquí la muestra de nuestra eterna y valiosa amistad.






Cada día más ermitaño y renuente a ver gente,

decidimos pasar un día en tu apartamento y tomar las fotos.

Efectivamente, el temblor de tus manos hacía que cada Clic,

fuese una tortura. 

Almorzamos sobre tu escritorio donde te conectabas con el mundo.

Televisor de antena, teléfono fijo, comedor, biblioteca…

El único sofá, servía de discoteca para los 200 discos de tango cuando te picó el gusano de esa música y baile.


Manolo, me atreví a preguntarte: “Por qué no abres las persianas, está muy oscuro”

¡Ay Yvette, porque no quiero ver la vida! Me respondió.

Manolo, espíritu profundo, audaz y solitario, te imagino feliz entre tanto silencio.

Envíame tus cuadros a través de los sueños

porque es mucho lo que te extraño querido amigo.

Yvette


Caja Manolo