Visité por pocos días la ciudad de México
y como usualmente sucede,
no encontré lo que mi mente
crea acerca de lugares conocidos
por medio de libro y películas
y por supuesto, la fantasía e imaginación.
Lejos estaba Pedro Páramo de recorrerla
en su carreta y qué hablaría su mente, pensaba yo.
Hileras de carros en diferentes direcciones
a un ritmo lento y tenso, sin paisaje desértico,
atiborrado del nuevo mundo.
El impacto lo recibí cuando entre el caos
del transporte, llegué a una casa azul
intenso, como lo fue Frida Kaloh en su vida
y pintura.
O al estudio casa de Diego Rivera en donde
vivió momentos de infelicidad y el fatigante
mundo del artista.
Decido robarle tiempo al tiempo,
insisto en que quiero ver lo colores y sabores
de su cultura, hermosa y profundamente
arraigada en los que nacieron en sus tierras.
Como turista desorientada, llego tarde a todo
y aún así, los colores están y la bulla del que vive
lo suyo y donde las raíces vienen de la tierra;
los mercados, bazares, plazas…
Siendo imposible describir una cultura en
tan pocas líneas y a mano de una turista
que ama y se apasiona de lo que quizás,
pocos ven o no aprecian.
Lo cuento con imágenes captadas sin tiempo,
ni técnica, guiadas únicamente por el
impacto del color y el ingenio.
Es un estallido de puro amor a Mèxico. Todo cuenta, todo vale. Tengo varios amigos Mexicanos, todos son fieles y leales seguidores de este impulso de camaradería multicolor amorosa. Gracias México por ser todos como sois. Amais descubrir que sois amados
ResponderBorrarDe acuerdo, un país con una cultura auténtica, colorida, poética...
ResponderBorrarGracias por tu comentario!