Ellos se amaban y no pedían más
que un lugar para soñar y expresar
lo que tenían en el alma.
Comenzaron con una gran mesa de roble y poco a poco, llegaron los libros, los papeles, el computador, las sillas y el silencio.
Del cielo a través de la claraboya se filtraba un rayo de luz sobre el sofá tapizado en rojo terciopelo
que coloreaba las paredes,
que coloreaba las paredes,
creando una atmósfera renacentista.
Una manta de mil colores era el abrigo
en las tardes frías de invierno.
en las tardes frías de invierno.
A la hora del café, se tumbaban sobre
ella a contarse el amor hasta el amanecer.
Eva
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