El valor de lo sencillo
hace grande la vida.
Un reflejo del atardecer
es impredecible y mágico.
No sé si es cuestión de aprender a mirar
o una natural reacción en algunas personas.
Que tal un amanecer lento, sin prisa,
como si no existiera tiempo adelante,
solo mirar la increíble transformación
del cielo y las nubes
mientras el sol va despertando.
Y que más allá, se escucharan violines
e imagináramos mares tranquilos,
riachuelos cristalinos con truchas danzando.
Vivir con simplicidad lo cotidiano
y hacer de ello un suculento placer.
La vida hay que acariciarla con los ojos
y alimentarla con música y danza,
con flores y colores.
Ella se encarga de los escenarios,
pero aún así, hay que terminar el decorado.
Somos parte de ella, no un simple adorno…
Yvette Ruben
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