Recuerdo cuando la ciudad despertaba
con olor a licor añejo y música.
El bullicio se apoderaba de las calles
y comenzaba de nuevo el rebusque
para subsistir.
La dinámica no se detenía, el futuro era incitante.
Había entusiasmo para desarrollar nuevas ideas
con el ruego de lograr la paz en el mundo.
Hoy, todo cambió.
La ciudad está encerrada y en silencio.
Algunos temen y se cuidan
ante la amenaza de un extraño individuo
y otros, lo desafian sin responsabilidad.
Estamos a la defensiva.
Nada queda de la inocensia y alegría del ayer,
solo agradecer el estar con vida
y seguir caminando con fe…
Yvette Ruben
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