Todos lo sabían menos ella.
Como la madreselva,
vivía enredada entre las flores
o los cristales de colores.
Soñaba y fantaseaba en demasía
y su mundo mágico la mantenía
encerrada ante el esplendor de la belleza.
Celebraba el nacimiento de una rosa
como el encuentro entre el sol y la noche.
Y aunque la realidad llegó sin aviso,
su fuego no supo apagarse,
como la zarza que arde
y no se consume.
Yvette Ruben
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