¿Me preguntáis cómo me volví loco?.
El caso ocurrió como sigue:
En tiempos muy remotos, mucho antes que muchos dioses hubiesen nacido, desperté de un profundo sueño y noté,
que todas mis máscaras habían sido robadas.
Si, las siete máscaras que había confeccionado
y usado toda la vida-;
y, por calles atestadas de gentes, sin ninguna de mis máscaras,
corrí gritando: “¡Ladrones, ladrones, malditos ladrones!”
Hombres y mujeres se rieron de mi, y muchos se refugiaron en sus casas,
de miedo a mi.
Y cuando llegué a la plaza de mercado, un joven que se hallaba en la azotea de su casa, señalándome, gritó: “¡Es un loco!”
Alcé los ojos para ver quien era el que hablaba,
y fue cuando el sol por vez primera, bañó mi rostro desnudo.
Por primera vez, el sol bañó mi rostro desnudo,
y mi alma hinchóse de amor por el sol,
y no volví a sentir desde entonces, ningún deseo por mis máscaras.
Y como en un éxtasis , grité:
“¡Benditos, benditos sean los ladrones que robaron mis máscaras!”.
Es así como me volví loco.
Y encontré tanta libertad como seguridad en mi locura:
la libertad de la soledad y la seguridad de no ser nunca comprendido
pues aquel que nos comprende esclaviza alguna cosa de nosotros.
El Profeta – Jalil Gibrán
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