Ellos se amaban y no pedían más
que un lugar para soñar y expresar
lo que tenían en el alma.
Comenzaron con una gran mesa de roble
y poco a poco, llegaron los papeles; el
computador, las sillas y el silencio.
Del cielo a través de la marquesina
se filtraba un rayo de luz sobre
el sofá tapizado en rojo terciopelo y
que coloreaba las paredes creando
una atmósfera renacentista.
Una manta de mil colores era el abrigo
en las tardes frías de invierno.
A la hora del café, se tumbaban sobre
ella acurrucados y sedientos de piel.
Laboraban en silencio y después se
contaban todo, con la mirada brillante
entrelazando sus cuerpos y amándose
hasta el amanecer.
YvetteRubenA
Y llegó la primavera y el cielo y la tierra se convirtieron en un manto de estrellas y flores en donde los cuerpos se convertían en placer.
ResponderBorrarGracias José María por completar mi relato inconcluso.
ResponderBorrarFaltaba la primavera con sus aderezos.