Escribo a la
hora del alba, cuando todavía la ciudad duerme.
Tal vez,
acumulo pensamientos nocturnos e inconscientes que afloran en mi y corren el
peligro de esfumarse al primer eco de otra voz .
Hoy, la
mañana luce una niebla espesa, perezosa y aún así, sigue en movimiento
constante, inquieto.
La persigo
insistentemente con mis ojos, quiero hallar entre su bruma algún irreverente
rayo de luz que me enseñe el camino...
De un momento
a otro aparece ella, desafiando la lluvia y el frío.
Se queda
inerte por bastante tiempo, como si percibiera mi interés en ella, como si
entendiera que hoy quisiera ser ave indefensa, común y corriente.
Simplemente
ser un ave y pasar desapercibida en el entorno.
Fijo mi mente
en las extremidades de mi cuerpo; manos, pies, dedos, todos tullidos por el
frío del amanecer.
Vuelvo al ave,
a soñar con su vuelo y a decirme, hay que seguir adelante, el camino apenas
comienza…
Bello pensamiento. Que Dios te acompañe en ese maravilloso camino.
ResponderBorrarGracias José María, así será.
ResponderBorrarHermoso, muy sentimental y auténtico.
ResponderBorrarGracias Daniel
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