Ella sentía en su alma el llamado de las alturas, la vocación de
libertad. Por atreverse a proponer una vida distinta, la aislaron, la dejaron
sola, la tacharon de loca, la desterraron. Juan Salvador, la pequeña gaviota,
aceptó la soledad del aprender de nuevo, la soledad de la búsqueda atrevida de
mares nuevos, nuevos cielos, nuevos horizontes. En lo profundo de su corazón
adolorido, sentía que sus alas habían nacido para abrirse a la inmensidad de lo
desconocido. Y se arriesgó. Tras muchos ensayos fallidos, un día se encontró
surcando los altos cielos, azules, maravillosos, inmensos, con un halo de
eternidad. Y ese día entendió por qué y para qué había nacido gaviota.
Richard Bach
Tomado
de su libro: Juan Salvador Gaviota
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