Inclusive, las hojas muertas tienen su encanto,
como las flores, cuando se deprimen
por falta de agua o de sol.
El olor de la tierra embriaga,
resucita sentidos dormidos por convivir
con torres de cemento.
Olvidan los matices de colores,
la juventud, el otoño, la vejez tan similar a la del hombre.
No hay reposo, en las noches se oyen sus murmullos
y si la lluvia llega, cada hoja es como una tecla del piano
y algunas finas raíces, como violines sin descanso.
Todo es música y la tierra vibra,
las mariposas bailan, las abejas gozan
y se dan placer en el dulce elixir de una flor.
¡Cuanto hay por decir, es infinita su historia
porque es la vida!
Y aquí estoy, desde el jardín…
Yvette Ruben
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