Los días pasan y carecen de nombre.
Insisto sumergirme en mis fantasías
reacias ahora por el encierro
y busco compañía en los habitantes
de mi jardín.
Ellos no tienen almanaque ni reloj,
se guían por la luz y el instinto.
Me internaré en su mundo fantástico
y sencillo; ley de la naturaleza.
Las obligaciones quedan atrás
y busco una disculpa innecesaria.
Hemos caído en nuestra propia trampa
de inconsciencia e irrespeto al entorno,
embebidos en el mundo material tan
ajeno a los sentimientos y al amor.
Todo es lejano y comienza a gustarme
el aislamiento y desprendimiento.
Se nos volvió lenta la vida,
los relojes no son imprescindibles,
vestimos ligero y comemos lo necesario.
Llegó el momento de enfrentarnos
a la realidad…
Yvette Ruben
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