Es hermosa la poesía de estar en casa
y reencontrarse con la familia
y uno mismo, pero... para qué mentir.
Me hace falta la vida cotidiana,
el salón de belleza,
comprar en la plaza de mercado lo que recién llega del campo,
sumergirme en un mar de flores y colores para escoger unas rosas.
Me faltan los aguacates del señor de la esquina
Me faltan los aguacates del señor de la esquina
y el indigente del semáforo.
Aunque me gusta el silencio,
la bulla de las calles está en mi memoria y me falta.
Correr bajo la lluvia y protegerme del sol,
pisar la grama húmeda
la charla con la sabiduría de los taxistas.
Me falta la danza y el contacto físico,
el olor del pan recién salido del horno
y el puesto de las arepas empolvadas.
Si, me hace falta la vida de la ciudad y su demencia,
el hogar es el refugio que espera después de la intensidad de un día de existencia.
¡La calle es la libertad del espíritu!
Si hoy valoras tanto esas cosas, en cuanto pase la pandemia, las valorarás el doble.
ResponderBorrarAl contrario, pienso así porque valoro todo y lo agradezco.
BorrarGracias José María, siempre atento y acertado.
Muy bonito Yvette!
ResponderBorrarGracias anónimo, te tengo cariño sin saber quien eres.
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