Amanecí a orillas del mar.
Desperté cuando el agua
jugueteaba con mis pies
y el sol acariciaba
mi espalda.
Excitados, no cesábamos
de hablar.
El rugía de felicidad y sus
palabras eran tiernas.
¡Cuánto nos amamos!
Aún no me atrevo a decirle
que no estaré mucho
tiempo a su lado.
Que nos veremos a escondidas,
cuando la pasión del sol se aquiete.
Que mi piel solo recibe caricias
en la intimidad del atardecer.
Pero aquí estoy,
eternamente enamorada de su olor,
del color de sus ojos,
de sus caricias,
de sus palabras de amor,
de su poesía…
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